“Toda mi vida he luchado para ser escuchada…
Para ser vista…
Para ser tomada en serio…
Y ahora tengo la gran oportunidad de mostrarle al mundo QUIÉN SOY
¿Cómo represento lo que es importante para mí?
El mundo escucha… ¿qué diré?”
Jennifer López – Halftime
¿Quién soy verdaderamente?
Camino por la playa desierta y esta pregunta me persigue.
Es un día gris de invierno, de esos que invitan a la introspección y casi sin proponérmelo, las sensaciones comienzan a aflorar, tomando protagonismo en mi interior.
Este año se ha presentado intenso desde el minuto uno y así ha continuado hasta ahora, decidido a desafiarme por doquier. Ni bien intento hacerme un huequito, para aquietarme por un rato en el calorcito de un lugar conocido, zas! ¡Se viene el huracán!
Aunque más allá de las turbulencias, tengo que reconocer que este 2022 ha logrado desapegarme bastante de mi viejo y conocido YO; mis fronteras han debido expandirse tras los huracanados vientos que me mueven a la fuerza de mis lugares habituales, obligándome a conquistar nuevos mundos.
Por momentos, ya no me caben mis viejos trajes, ni me reconozco en mis narrativas de siempre. Mi renovada voz interior puja por hacerse un lugar, ser reconocida y escuchada. Siento que este camino no tiene marcha atrás, estoy aprendiendo a afianzarme en mi nuevo mapa, que a veces, aún me desorienta.
Hay trechos en los que me percibo superpoderosa y aún con mis miedos a cuestas, avanzo tras mis sueños, enérgica, creativa e imparable. ¡Que bien se siente atravesar fronteras, romper viejos mapas, reconocer nuevos territorios!
¿Has sentido alguna vez esa adrenalina en el cuerpo, mezclada con la tensión del miedo que te grita que te detengas cuando tomas el coraje de salir de la zona de confort para ir tras ese sueño que te desvela?
Sin embargo y a pesar de esa maravillosa sensación, no termino de soltar a mi viejo YO. Por momentos, el camino duele…
Sé que he de dejar atrás mis conocidos hábitos, mis formas habituales de relacionarme y de experimentarme, para serle fiel a esta nueva versión de mí misma que busca emerger.
En esos instantes vuelve a hacerse presente mi otro YO, a quien el mundo le parece demasiado grande y amenazante. Es un aspecto de mí, que aparece sin permiso pero también, sin apuro.
Me hace sentir pequeñita, invisible e insignificante; todo vuelve a oscurecerse frente mí y sólo querría quedarme arrolladita, cual ovillo de lana.
Sigo caminando por la playa y el cielo gris, emula mi estado interior. Vuelve la pregunta… ¿quién soy verdaderamente?
Sin embargo, en ese momento emerge otra pregunta, ¿quién quiero Ser verdaderamente?
Mi voz interior cada vez me habla con más fuerza. Empoderada, me dice que depende sólo de mí.
¿Quién quiero Ser? ¿La mujer valiente que está decidida a abrirse paso entre sus miedos, para conquistar una nueva versión de sí misma? ¿O mi viejo Yo, ese que percibe un mundo repleto de fantasmas que lo acechan?
La primera opción exige coraje y decisión. Aceptar de antemano que el camino tendrá diferentes relieves y que dependerá sólo de mí, desarrollar los recursos internos para atravesarlos con éxito.
La segunda opción implica quedarme en viejos y conocidos lugares. Aceptar que sólo recorreré los caminos de siempre y que seguiré enojádome con el mundo, por lo que no me animo a transformar en mí.
Me siento frente al mar y la respuesta llega con claridad, llenándome de paz.
Desapegarme de mi viejo Yo, sin dudas será desafiante y me exigirá estar alerta para despedirlo, en los momentos en que intente hacerse presente nuevamente.
Sin embargo la opción es clara, esa voz ya no puede callarse, invade todo mi Ser y ya no puedo desoírla. Una nueva versión de mí misma está pronta para quedarse y ahora, definitivamente.
Desapegarnos de quienes creemos Ser. Dejar ir. Soltar. Animarnos a ser quienes estamos destinados a Ser. De eso creo, trata la vida.
La arena, el mar y las gaviotas, son cómplices de la decisión que acabo de tomar. Retomo mi camino con una sonrisa en mis labios… ¡Ahora sé que puedo elegir QUIÉN QUIERO SER!
